Lo que sé
Edgardo Anselmo Escobar, Papá, nació el 18 de agosto de 1937 en San Miguel de Tucumán. Hijo natural de la abuela Dora y el abuelo Francisco, quienes más tarde tuvieron otra hija, tía Marta, pero poco tiempo después se separaron para siempre. Dora se quedó con Martita y Francisco se lo llevó a Edgardo a vivir a Curuzú Cuatiá, provincia de Corrientes con su nueva mujer, la abuela Elsa. Lo internaron en el Colegio Don Bosco de esa zona y pasó largos años de su educación primaria entre los curas que le aguantaron tremendas travesuras y a pesar de todo lo tenían de monaguillo. Cuando hizo el secundario en Buenos Aires era un flaco para mi completamente desconocido. Entró en la facultad de medicina y ahí vinieron una serie de aventuras medio irregulares de las que me enteré hace poco una tarde que conversamos largo y tendido. Por suerte llegó el 29 de febrero de.... día en que por pura casualidad conoció en una guardia de mala muerte, a una médica recién recibida, Daniela Rodríguez, que era hermosa, dulce y delicadísima y que muy rápidamente sucumbió ante sus encantos y amabilidades. Siempre dijo que mamá le salvó la vida y será así nomás. Se amaron para siempre e igual de rápido que se casaron, el 26 de febrero de 1966, fuimos naciendo los cinco hermanos que hoy somos: Marcela Noemí (10/12/1966), Gabriel Edgardo (30/12/1967), Alejandro Diego (23/6/1969), Andrea Verónica (11/12/1970) y Fernando Pablo (26/1/1972). Se recibió después de haber nacido yo y trabajó toda su vida activa de médico. Fue cirujano plástico de vocación y también se dedicó a la piel, las várices y otras cuestiones que le daban de comer a la familia numerosa (porque mamá trabajaba de mamá, y no ganaba plata). En una época estudiaron homeopatía, los dos, y también la ejerció seria y consecuentemente, aunque en otra época dejaron ese universo y se pasaron al psicoanálisis que también estudiaron juntos unos años pero después papá también lo dejó. Hubo otra época en la que se dedicó a asesorar una empresa de alimentos preparados de un conocido, y otra en la que estuvo completamente desocupado. Los últimos años de profesión los ejerció otra vez en guardias remotas de Moreno cuidando y salvando vidas y enseñándole a los pibes que hacían la residencia lo que era ser médico. Eso le encantaba. Disfrutaba entre la gente. Siempre fue peronista. Tenía mucha fuerza y desplegaba mucha actividad física en tareas hogareñas, aunque era gordo. Sufrió en serio cuando las rodillas se resintieron y ya no podía andar solo de acá para allá ni en auto ni caminando. Tenía una sensibilidad enorme para la música y otros esfuerzos artísticos. Me hacía unos comentarios sorprendentes cuando me escuchaba componer trabajosamente cosas para el conservatorio o las pocas veces que vio los espectáculos que hicimos con la murga. Entendía la idea detrás de lo que veía o escuchaba. La verdad es que siempre me sorprendía cuando mostraba conocer lo que yo sentía. Por eso lo extraño.
Lo que no
...(continuará)